Ir al contenido principal

Epístola segunda, una pizca de infancia

Poseo bastantes recuerdos de mi niñez,  muchos y bellos; recuerdo la niña inquieta que era, siempre revoloteando por aquí y por allá, queriendo estar en todo, clases de baile, natación, ajedrez, teatro, música, artes plásticas, manualidades, pintura... una pequeña corriendo de aula en aula, de experiencia en experiencia, amando la vida profundamente.

Tengo archivados también en mi mente un par de recuerdos no tan buenos provenientes de esos años, todos hacen referencia a un lugar, todos hacen referencia a un rinconcito del mundo que me pertenecía, un triangulo diminuto que era sólo mío. En mi cuarto, en una de las esquinas, mi madre ubicaba mi espejo, pero no lo hacía de manera paralela a los muros, sino que lo ubicaba de tal forma que entre la parte trasera del espejo y la esquina de mi habitación se formaba un espacio en forma triangular, ese era mi rincón en el mundo, el lugar al que mis amargos recuerdos infantiles siempre apelan. Esa era el lugar que me escondía cuando estaba triste, cuando no quería que nadie me viera, cuando necesitaba pensar, cuando alguna chiquillada se me escapaba y sabía que sería castigada al llegar mis padres, ahí, en medio de esas tres barreras, miedo, tristeza e inseguridad, se ocultaba mi pequeña.

Puede sonar a romanticismo barato, de cajón, pero cada uno de nosotros posee un niño interior, esa esencia con la que hemos nacido nos acompaña toda la vida, a esa esencia no se puede renunciar, no podríamos venderla, ni regalarla, ni botarla, es inherente al ser y no podemos deshacernos de ella, esa esencia es nuestro niño interior.

Con el paso de los años vamos adquiriendo estructuras mentales, unas especies de barreras que crean recorridos difíciles en nuestra conciencia, recorridos que deben realizar tanto los conceptos que se construyen en nuestro interior como la información recibida del exterior, cada uno tiene algo así como una vía mental con varios peajes, y todo cuánto viaja por allí es condicionado por la forma del camino.
Esas estructuras mentales van formando un pequeño lugar en el mundo para cada uno, sí, así es, no sólo mi yo niña poseía un diminuto triangulo para esconderse, cada uno de nosotros lleva años construyendo un lugar en el espacio donde ha decidido encerrar su esencia, es fácil, como no podemos regalarla, ni venderla, ni botarla, entonces hemos decidido ahogarla, encerrarla, amordazarla y evitar a toda costa escuchar su voz.

Ha sido para cada uno terriblemente doloroso construir esas barreras, las hemos construido ladrillo a ladrillo, lección a lección, ¿y es que como no aprender de los abusos psicológicos y físicos que has sufrido?, ¿cómo no aprender después de tantas lágrimas que el que se enamora pierde?, ¿cómo no creer que no soy tan listo después de haber sido ridiculizado por mi maestra en frente de la clase?, ¿cómo no poner un ladrillo?, ¿cómo no seguir construyendo un muro?, ¿acaso podría seguir siendo la misma niña de siempre después de tantos fracasos?, ¿cómo permitirme seguir siendo guiada por mis impulsos?, ¿cómo seguir amando la vida con inocencia y autenticidad cuándo cada suceso ha arrancado una parte de mi alma?.

Eso que usted y yo somos hoy es sólo una casa vieja que alberga dentro un montón de escombros apilados bajo los cuales se encuentra su yo real muerto. Sigamos en busca de la felicidad, sigamos leyendo libros de psicología absurda que nos aportan un poco de "crecimiento personal", sigamos buscando fuera lo que tenemos dentro, sigámonos adentrando en banalidades que poquito a poquito nos irán agrandando más el vacío interior.

Mi punto esta tarde es simple, no siga avanzando, no siga luchando tanto por ese "crecimiento personal", devuélvase, decrezca, derribe esquemas, mire cuán mal construido está su triangulito, deje de pensar que ése es su espacio en el mundo, porque realmente su espacio es el mundo, libere su esencia, déjela ser, desátese y permítase errar una vez más, enamorarse una vez más, aprender una vez más, intentar una vez más, sin prejuicios, con autenticidad.
Permítase vivir en su estado natural, permítase vivir en libertad.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Juramento

Te juro que renacerá un nosotros, no del polvo ni de las cenizas, renacerá de la nada. Te juro que renacerá un nosotros, tal vez no hoy, ni mañana. En el kyros renacerá. Te juro que volverás a la utopía y el delirio regresará a ti, te lo juro por la fuerza de nuestros latidos. Te juro que aún restan lunares por conquistar y miedos por derrotar. Te lo aseguro sin temor a equivocarme que tanto tú como yo no hemos logrado perdonar esta deuda de amor.  Te juro por el sueño que me desvela que moriría por llenar hasta tu último rincón.  ¿Y tú? ¿Qué me juras?

Más grande que otros infinitos

¿De qué te sirvieron tantas noches tras los libros? ¿De qué te sirvieron las montañas de ejercicios?¿Qué falló en la ecuación? Te creí capaz de solucionar cualquier problema que involucrara números... no, no eres tan bueno.  Te daré un chance más, es sencillo, vamos, inténtalo una vez más. Dime cuántos días restan hasta que pueda no recordarte al menos por 24 horas. Dime cuánto tardará cada beso en desdibujarse de mi piel. Dime cuánto tardará mi muñeca en lograr enlazarse a otra. Dime qué tanto debo sonreír mientras me preguntan por ti para lograr que el "no me importa" por fin sea real. Dime a qué distancia debo estar para poder olvidar. ¿Cuántas lágrimas debo derramar para que dejes de doler? Ayúdame a calcular las dimensiones de tu ausencia, me niego a creer que simplemente es un gran infinito, dime que solo es uno pequeño, uno que al menos pueda intentar cubrir  con un amor medio grande. Dime que tu ausencia no es tan extensa como tu amor, dime que es más...

Déjalo ir

Rasga tus vestiduras , golpea el suelo, lanza las almohadas contra las paredes, siente como se calienta tu sangre, como se acelera tu corazón y de repente se ralentiza.  Sírvete una copa, escucha la canción de la primera cita, grita, estalla, desgarra tu alma, hala tu cabello, llora hasta flaquear, derrama hasta la última gota de fuerza, enfurece, empuña tus manos, golpea el aire, rompe fotos, pulveriza cartas, inhala, exhala, déjalo ir. Escucha el latir de tu corazón, calla tu mente, aprieta los párpados tan fuerte como puedas, siente el dolor, siéntelo... soporta un poco más, tu rostro pide a gritos descanso. Déjalo ir. Abre los ojos, ¿arden un poco, verdad? Intenta cerrarlos de nuevo delicadamente para aliviar un poco la incomodidad que provoca la luz, ¿qué son esos destellos? Poco a poco se desvanecen las manchas de oscuridad. Mírate al espejo, sonríete. Es cierto, uno se cura, uno se cura por mero instinto de supervivencia. Uno se cura porque se cansa, se cansa de...