Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando las entradas de 2018

Viajera en pausa

Ha pasado un año desde que dejé Seattle, la ciudad en la que me descubrí y a la que siempre quisiera volver. Me regalé dos años sabáticos de los cuales 13 meses llamé hogar a la ciudad esmeralda. Volví a Medellín, mi ciudad natal, estuve por un mes viendo   amigos y familiares, me sentía de paseo, no tenía pesos colombianos, ni línea local, veía todo pequeño, me asustaba el ruido y me fascinaban las montañas. Empaqué maletas y me fui a México de voluntaria, pasé dos meses allí sintiéndome plena por hacer nuevos amigos, conocer lugares hermosos y a la vez aportar un granito de arena para construir un mundo mejor. Regresé de nuevo a Colombia y seguí viajando, me fui a Boyacá con mi familia, una buena amiga que había conocido en Seattle nos acogió en su casa y nos mostró lo más lindo de su tierra (Maleja siempre te voy a estar agradecida); después me fui a Manizales a disfrutar de la feria con una de mis mejores amigas de Seattle (Laura es una anfitriona de 10). Hacía cuatro meses q

Patas arriba: la escuela del mundo al revés

Hoy quiero compartirte una perla, el libro con el que conocí a mi autor favorito: Eduardo Galeano. Por recomendación de un viejo amor llegó a mis manos, no podía dejar de leer, estaba fascinada. Al llegar al final no pude más que dejar salir un suspiro que aún no sé con certeza lo que significaba, contenía un poco de asombro, ira y satisfacción de conocer verdades ocultas. No sé cuál sea el tipo de lectura que más te atrapa, a mí me atrapan las lecturas que me hacen sentir que me arrancan una venda de los ojos, las que me acercan a la verdad, las que me regalan perspectiva, las que me ponen del otro lado de la historia. Galeano, la voz abierta de América Latina logró capturar toda mi atención con sus palabras. Tal vez hayas oído sobre su famosa obra “Las venas abiertas de América Latina”, libro que fue censurado por las dictaduras militares de Uruguay, Argentina y Chile; o sobre “Úselo y tírelo” una crítica a la sociedad de consumo. Podría quedarme un largo rato recomenda

Dilema de cuarto de siglo

¡Vaya lío en el que me he metido! Que yo misma he comprado mi soledad susurró alguien a mis espaldas. Que no me gusta nada me ha dicho mi madre y que no es para tanto mi hermana. Ni qué decir de mi papi, él feliz de que yo siga un par de años más sin un "encarte". Un par de amores enfermizos a temprana edad bastaron para poner el amor en cuarentena, me rasgué las vestiduras por un par de días pero después vino la calma; y esa calma me llevó a los libros, a la música, a las noches de poesía, a las largas conversaciones con amigos entre copas de vino, me llevó a la academia y puso mi nombre en mi lista de prioridades. "¡Cuidado que la soledad es adictiva!" me dijo alguien y no le creí, perdóname, hasta ahora no logro rehabilitarme. Es que es una cosa de locos como diría mi amigo el poeta, dejas de esperar por alguien y te llevas a todas partes, vas al cine, al teatro, te cocinas, te ves al espejo con seguridad, emprendes, bailas, cantas, viajas, te comes el mund