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La sartén por el mango

Tomar la decisión de ser au pair por segunda vez no fue nada fácil. Sé que de afuera muchos ven una mujer decidida y segura, pero eso se debe a que el enredo de dudas que siempre me acompaña lo llevo bien adentro y trato de no dejar que hable por mí.

Siempre fui la buena estudiante, la alumna de la que profesores, compañeros y familiares esperan mucho, yo soñaba con ser profesional, con hacer maestría, doctorado, ocupar grandes cargos y taconear por los pasillos de grandes empresas con un poco de prisa para no llegar tarde a mi quinta reunión del día.

Yo lo soñaba y sabía que lo iba a lograr, mis notas de la universidad me decían que iba por buena camino. Tenía 20 años, estudiaba dos carreras en dos universidades diferentes, estaba en grupos de investigación, pintaba, estudiaba inglés, era voluntaria de una organización juvenil que apoyaba en el área financiera y hasta en tiempos libres tocaba la batería en una banda cristiana y predicaba para jóvenes en un grupo de oración.

A mis 20 años yo sentía que ya tenía toda mi vida planeada, iba a ser una mujer de negocios bastante exitosa, quería tener un buen puesto y hacer carrera en una multinacional; probablemente nunca me iba a desvincular de la academia porque pocas cosas disfruto tanto como aprender e investigar.

Cuando en el 2016 llega la posibilidad de irme de intercambio a Estados Unidos no lo pienso dos veces, todo encajaba perfectamente. Podía suspender mis estudios por un año, viajar, perfeccionar mi inglés, hacer amigos de otros países, conocer la cultura americana a fondo y después regresar y seguir con mi plan de vida. No había nada que perder y mucho que ganar, volvería con un perfil mucho más interesante que de seguro me iba a abrir demasiadas puertas.

Yo no contaba con que viajar me iba a transformar por completo, no contaba con que al estar lejos de todo me iba a tener que enfrentar a mí misma y darme cuenta de que no me conocía, yo tenía la sartén por el mango, yo tenía el control de mi vida, tenía… La distancia me procesó, me abrió por completo y puso luz para que pudiese ver rincones ocultos de mi ser, dejó al descubierto cosas que jamás me había cuestionado. La soledad me puso contra la pared, no importa que tan popular era ni cuantos amigos tenía en Colombia cuando estaba perdida en una ciudad que no era la mía ,en pleno invierno y muriéndome de frío después de tomar el bus equivocado y darme cuenta cuando ya estaba demasiado lejos. La vida me golpeó en la cara con tantas posibilidades, me deslumbró, el mundo era grande y yo quería hacerlo todo… de repente hacer carrera en un multinacional era la más aburrida de las opciones que tenía, ya no era mi sueño, ya no me motivaba. Me sentía demasiado joven, demasiado afortunada y después de muchas lágrimas y noches de cuestionamientos me sentía libre, me sentía fuerte.

Regresé a Colombia a terminar lo que había dejado comenzado, terminé una de mis carreras, adelanté bastante la segunda y viajé hasta el cansancio, sabía que más pronto que tarde iba a volar de nuevo y antes de eso quería conocer mi país. Probé la vida de oficina, le di un chance a experimentar la vida que me había soñado tiempo atrás y logré corroborar que esa Natalia ya no existía, la rutina me hacía sentir frustrada y eso afectaba mi desempeño. 

Seguía en Colombia con la idea de terminar mi segunda carrera, hasta que noté que se acercaban mis 24 años. Qué estoy haciendo? Ya llevo casi dos años acá “arrenglado todo para poder irme” y no le veo fin a esto, la universidad se retrasa cada vez más, me faltan menos de 10 materias pero… para qué quiero un segundo título? ni siquiera uso el que ya tengo. Yo lo que quería era seguir viajando con programas de intercambio y para eso hay límite de edad, estoy malgastando mi tiempo en algo sin sentido y después me voy a arrepentir.

Yo siempre había querido ser au pair en Bélgica, lo había planeado desde que estaba en Estados Unidos, la capital europea, chocolate, buena cerveza, canales, vuelos baratos, cerca a Holanda, Francia, Alemania… era un sueño. El límite de edad eran 24 años y yo tenía 23 y medio, “es ahora o nunca”, me dije con la intención de darle a mi mente sentido de urgencia para que silenciara los mil miedos que hacían fila en mi garganta con ánimo de llenarme de razones para no dejar mi estabilidad y quedarme trabajando y estudiando en Medellín.

Esta vez no era un plan que encajara perfecto, esta vez no había una razón cuerda para ir a Bélgica un año, aprender Holandés y volver a continuar con mi vida ejemplar. Esta vez las cosas eran más improvisadas, me iba con el mero ánimo de vivir mi vida, de disfrutar, de tomar cerveza en Brujas o en Gante mientras con amigos discutimos las ventajas de irnos al sudeste Asiático por un par de meses. Suena cool, yo sé... pero tiene un precio. El precio no estar sumando experiencia laboral, el precio de sentirte extraño porque vas por un camino totalmente diferente, de no sentir estabilidad… el precio de enfrentar todos tus miedos.

No fue una decisión fácil, soy la profesional que no ejerce, que le dió un giro radical a su vida. A veces siento que no avanzo, otras veces siento que voy a pasos agigantados. La mayor parte del tiempo me la paso planeando próximas aventuras y otras veces me doy el día para sentir un poco de miedo… eso está bien, no soy la mujer maravilla. Más bien soy un cúmulo de ideas que revolotean de aquí para allá, juego a ser valiente y muchas veces me la termino creyendo, otras veces me acobardo a mitad del camino y regreso con el rabo entre las piernas, pero soy feliz y solo por eso cada lágrima derramada y cada milla recorrida han valido la pena.

Comentarios

  1. Naty te admiro demasiado!! Me encanta ver tus aventuras, se sienten como propias, es lo que al final del día muchos quisiéramos hacer.Disfruta lo que la vida pone frente a ti, el tiempo pasa demasiado rápido, lo importante es que seas feliz. El mañana llegará y cuando esté en la puerta será una nueva aventura para reinventarte. Vive feliz!!

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  2. Hola!!! Muchas gracias por tu mensaje :) Así es, estos recuerdos y experiencias son las que nos quedan para el resto de la vida.

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